Espera, espera... ¿en qué año dices que estamos?

Dejé de escribir aquí porque estaban pasando muchas cosas y no tenía tiempo ni fuerzas.

Ahora tengo más tiempo y fuerzas, así que voy a intentar retomar esto poco a poco. Lo primero es ponerse al día, así que aquí voy.

En febrero de 2017 nos llamó el señor casero y nos dijo que necesitaba su piso y que nos teníamos que ir. Lo que habíamos hablado antes de firmar el contrato era que íbamos a estar aquí una temporada larga, pero sólo habían pasado dos años. No estaba preparada psicológicamente ni me quería ir. Nos habíamos pegado una buena paliza (y gastado un dinero) los últimos meses pintando paredes, arreglando la cocina, poniendo bonita la casa, y justo cuando empezaba a tomar calor de hogar...

La búsqueda de piso fue también muy desesperante. El mercado de alquiler estaba en un punto muy loco: los pisos volaban y los precios eran desorbitados. Al final encontramos uno que, sin cumplir todos nuestros requisitos, se acercaba bastante, y aquí estamos, haciendo calor de hogar otra vez.

En esa época estaba yo terminando un máster y trabajando en un sitio que aunque me encantaba me hacía estar en tensión constante. Añádele organizar una celebración familiar (la peque hacía su primera comunión), nervios por una operación del abuelo al acecho, el fin de curso... y que llevábamos mucho tiempo buscando un bebé sin conseguirlo.

Pues precisamente en ese meollo de buen rollo ¡me quedé embarazada! Y ahora tenemos una bolita de sonrisas que nos ha cambiado la vida a mejor en muchos aspectos. Pero de esto hablaré otro día...

Pienso en 2017 y se me viene a la cabeza lo que me alegré de que acabara. Sin embargo, debo reconocer que a pesar de todo el estrés, las decepciones y la dificultad, nos trajo momentos felices.